sábado, 3 de septiembre de 2016

CONCLUSIÓN DEL SERMÓN : Si empezar bien es importante, no lo es menos terminar bien y terminar a tiempo. Hay predicadores que no encuentran la manera de terminar y divagan repitiendo exhortaciones de carácter más o menos semejante, hasta que el público, en lugar de sentirse conmovido por tales llamamientos, sólo desea angustiosamente que el predicador ponga fin a su perorata. "Di lo que tengas que decir y termina cuando lo hayas dicho", es el consejo de todos los maestros en la predicación. ¿Pero cómo se tiene que terminar? MÉTODO RECAPITULATIVO Una de las mejores formas y más comunes es haciendo una recapitulación de los puntos principales del sermón. Esto no significa volver a explicar dichos puntos, sino simplemente mencionarlos para dar lugar con énfasis a un pensamiento final que será el llamamiento o exhortación. Esta clase de recapitulaciones suelen iniciarse con un: "Puesto que..." Supongamos que el sermón ha sido sobre: "Los privilegios del rebaño de Cristo", que tenemos en la página ? Una mención de tales privilegios, seguida de una exhortación de poner la fe en Cristo para poder gozar de los mismos, será una buena conclusión. Lo propio diremos sobre el bosquejo del Salmo 23 del que le sigue, que lleva por título «Lo que ganaos por la fe en Cristo». En cambio, el bosquejo «El poder de la oración», basado en Hechos 4 y 5, no permite una conclusión basada en los puntos principales, que son: "Calidad; la oración apostólica y resultados de la misma", habrá que buscar otra fórmula de recapitulación basada en los subtítulos y no en los puntos principales. Por ejemplo: "Si nuestras oraciones son definidas, tienen un motivo especial, si son unánimes con nuestros hermanos y hechas con fe apoyándonos sobre las promesas de la Sagrada Escritura, recibiremos, sin duda, los mismos privilegios y recompensas que obtuvieron aquellos discípulos: gozo y valor y, por encima de todo, el don del Espíritu Santo." La forma recapitulativa no es indispensable en todos los sermones. Podemos terminar también el comentario de Filipenses 4 diciendo: "En vista de los grandes privilegios del creyente y ante la realidad de las cosas que Dios nos ha prometido, ¿quién no querrá ser como el apóstol San Pablo? ¿Por qué hemos de serlo? ¿Qué nos hará desistir de tal propósito? ¿Será el temor a la pobreza o al menosprecio? Lo había sufrido el apóstol (vers. 12). Pero las riquezas de Cristo superan a cualquier pérdida y la compensan mil veces. No dudemos, pues, en entrar y marchar con paso firme por el camino de fe." En el bosquejo del gráfico la recapitulación se ciñe a las subdivisiones del punto II porque son las de carácter activo, o sea, las que dependen de la voluntad del oyente; dicha mención puede ser corroborada por una breve alusión a los resultados que se describen en las subdivisiones del punto III. Pero en otros bosquejos la recapitulación puede ser una breve mención de todas las divisiones principales del sermón. Jamás debe ser una mención de todas las divisiones y subdivisiones, pues resultaría excesivamente largo y perdería por ello toda fuerza y vigor, viniendo a resultar más bien una repetición del sermón, lo cual debe evitarse a toda costa. VARIEDAD Y VIVACIDAD La conclusión no debe ser estereotipada y monótona. No hay nada que produzca peor efecto a los oyentes que ver que el predicador se inclina a leer las palabras finales del sermón. Se le dispensará al predicador la necesidad de mirar al bosquejo en otras partes del sermón, pero la conclusión es el punto culminante de su mensaje, y es en este momento cuando el predicador ha de hablar con la mayor solemnidad o el mayor ardor, según la naturaleza o carácter del sermón. Es entonces cuando su corazón ha de desbordarse de tal modo que el auditorio sienta que el predicador está, no leyendo unos pensamientos escritos en su oficina, sino, bajo el impulso del Espíritu Santo, tratando de hacer penetrar la palabra en los corazones. Por esto hay que evitar, en este momento más que nunca, el pronunciar frases vagas y de poco sentido. Todo predicador ha notado que generalmente hay más facilidad de expresión al terminar el ser­món, pero de ningún modo ha de confiarse a su facilidad de palabra en ese momento solemne y de­cisivo. Tiene que llevar algunas frases bien estudiadas, que concreten el mensaje y lo hagan incisivo en el corazón de los oyentes; sin embargo, no debe imitarse a éstas. Si el Espíritu Santo le inspira nuevos pensamientos expóngalos sin temor, pero cuidando de que no sean simples repeticiones de lo ya dicho, sino pensamientos tajantes, más fuertes que todos los usados en el curso del sermón y penetrantes hasta partir el alma. Evítese la excesiva extensión. La conclusión nunca debe exceder de unos pocos minutos. Es difícil fijar cuántos de un modo exacto, pues depende del carácter del propio sermón; pero lo que debe evitarse es que sea la conclusión en sí misma un nuevo sermón en miniatura. Tampoco debe ser una repetición de lo dicho en otros sermones. Hay predicadores que en cada conclusión usan argumentos muy similares como el de: mañana podría ser demasiado tarde para aceptar a Cristo. Está bien que en cada sermón se haga énfasis sobre la necesidad de tomar una decisión inmediata, pero si las frases son estereotipadas e idénticas para todos los sermones, el predicador se hará muy pesado y el público temerá verle llegar al final, por el fastidio de escuchar lo que ya se sabe e memoria. LOS LLAMAMIENTOS No queremos terminar sin decir una palabra sobre la cuestión de los llamamientos. No estamos en contra del sistema cuando el ambiente es propicio el predicador tiene la convicción de que hay entre el auditorio "oyentes maduros", es decir, con bastante conocimiento del Evangelio para comprender en el paso que van a dar, faltándoles solamente la decisión. En tales casos el llamamiento puede ser una verdadera bendición del Cielo para tales almas, pero insistir e insistir hasta provocar decisiones inmaturas de personas que ignoran los principios esenciales del Evangelio, además de ser insensato para el predicador, puede resultar en perjuicio de tales almas, ya que tales personas pueden venir a considerarse convertidas por medio de un acto mecánico que no afectó su corazón y que nada tiene que ver con el nuevo nacimiento. Es verdad que algunas veces estos oyentes, acudiendo a los cultos, llegan a comprender más tarde aquella fe que profesaron inconscientemente, pero también puede ser motivo a algunos para que dejen de asistir a los cultos, avergonzados por las burlas de sus compañeros no convertidos, ya que no existe en ellos fundamento sólido para saber defender su fe y llevar el oprobio de Cristo. Y en otros casos pueden dar lugar al en­durecimiento, en un falso concepto de conversión, siendo causa de que se introduzcan en la iglesia miembros no regenerados. Recuerdo el caso de una persona a la cual felicitaban los creyentes por haberse levantado manifestando aceptar a Cristo, la cual respondió: "No, yo no entiendo de estas cosas, pero me daba lástima aquel pobre señor que nos pedía que nos levantásemos con tanta insistencia." Evitemos tanto la frialdad como los excesos en este momento solemne del sermón; pues ni la excesiva insistencia ni la gritería extremada son señales evidentes de la inspiración del Espíritu Santo. Es al final, más que en otro momento del sermón, cuando debemos movernos enteramente bajo su santa influencia; dejémonos, pues, conducir por El, pero recordando que el Espíritu Santo jamás ha inducido a nadie a empalagar a la gente, sino que es su gran propósito y objeto llevar las almas a Cristo, o, por lo menos, dejar en ellas tan favorable impresión que vengan a ser inexcusables si no se convierten. Se ha dicho con verdad que una conclusión fastidiosa puede significar una piedra de tropiezo para el corazón mejor impresionado por el mismo sermón. Es preferible que queden los oyentes con deseos de oír más, cuando el sermón ha sido bueno, que no que las buenas impresiones recibidas se borren por una inclusión desafortunada y desastrosa.
1. El Tema Del Sermón Homilética es el arte y ciencia de predicar para comunicar el mensaje de la Palabra de Dios. Se estudia cómo organizar el material, preparar el bosquejo y predicar efectivamente. Presenta a través del estudio de sermones ejemplares un modelo útil para los que empiezan a lanzarse al dificil arte de la predicación, mostrando cómo decir las cosas de un modo claro y concreto. EL TEMA DEL SERMÓN: La primera cosa para preparar un buen sermón es tener un mensaje definido. Antes de proceder a la preparación de un sermón, todo predicador debe responderse esta sencilla pregunta: ¿De qué voy a hablar? Mientras el predicador no pueda contestar claramente tal pregunta, no debe seguir adelante. Ha de tener un tema y debe saber con precisión cuál es. Sólo puede estar seguro de que lo sabe cuando pueda expresarlo en palabras. Si el tema está entre la bruma, también lo estará todo lo que le pertenece: su introducción, su arreglo, su prueba y su objeto. El tema debe ser la expresión exacta del asunto, o la respuesta a la pregunta: ¿De qué voy a hablar? Nunca debe escogerse un tema por ser bonito o sonoro como fase, sino que ha de expresar claramente el objeto que el sermón persigue. Todo predicador, para preparar bien su sermón, debe responder a la pregunta: ¿Por qué voy a hablar de este tema? ¿Qué fin deseo lograr? El tema no sólo ha de abarcar o incluir lo que se va a decir, sino que ha de excluir todo lo que no tenga que ver con el asunto. En toda preparación para el público, las primeras palabras que se escriban deben ser la expresión exacta del tema, o sea, la respuesta a la pregunta: ¿De qué voy a hablar? 2.- COMO ENCONTRAR UN TEMA.- a) Reflexionando sobre las necesidades espirituales de sus oyentes. B)En sus lecturas devocionales de la Biblia. C) En la consideración de las cosas que le rodean D)Pidiéndolos a Dios en oración. Spurgeon dice: "Si alguien me preguntara: ¿Cómo puedo hacerme con el texto más oportuno? Le con­testaría: Pedidlo a Dios." Harrington Evans, en sus Reglas para hacer sermones, nos da como la primera: "Pedid a Dios la elección." Si la dificultad de escoger un texto se hace más dura, multiplicad vuestras oraciones; será esto una gran bendición. Es notoria la frase de Lutero: "Haber bien orado, es más de la mitad estudiado." Y este proverbio merece repetirse con frecuencia. Mezclad la oración con vuestros estudios de la Biblia. Cuando vuestro texto viene como señal de que Dios ha aceptado vuestra oración, será más precioso para vosotros, y tendrá un sabor y una unción enteramente desconocidos al orador frío y formalista, para quien un tema es igual a otro. Y, citando a Gurnal, declara: "Cuánto tiempo pueden los ministros sentarse, hojeando sus libros y devanándose los sesos, hasta que Dios venga a darles auxilio, y entonces se pone el sermón a su alcance, como servido en bandeja. Si Dios no nos presta su ayuda, escribiremos con una pluma sin tinta. Si alguno tiene necesidad especial de apoyarse en Dios, es el ministro del Evangelio." En líneas generales, el sermón bíblico puede ser catalogado en tres clases: TEXTUAL, el que se limita a exponer y explicar un texto bíblico. TEMÁTICO, el que se basa sobre un tema o asunto. EXPOSITIVO, es el que comenta un pasaje bí­blico, narración o parábola de la Sagrada Escritura. Estas tres clases se subdividen en muchas otras según el carácter o procedimiento que se adopte para el arreglo del sermón, como tendremos ocasión de ver. 1.- Sermón textual. El método más sencillo para preparar un sermón textual es el de comentar el texto palabra por palabra. Hay textos muy buenos para esta clase de sermones, pero no todos sirven para tal desarrollo, y muchos textos no pueden ser tratados de modo alguno en esta forma simple, pues darían como resultado un galimatías de ideas sin orden lógico. EJEMPLO : Sobre 1.a Timoteo 1:15 Después de formular un tema que concrete el mensaje del texto, como: "EL FIEL MENSAJE" o "NOTICIA SIN IGUAL", puede desarrollarse diciendo: Introducción. — La necesidad de verdad que tiene el mundo habiendo habido tantas enseñanzas de error. Afortunadamente hay un mensaje de parte de Dios que puede con razón ser llamado: I. Palabra fiel. — Expónganse los motivos que tenemos para creer en la fidelidad de la Sagrada Escritura, como son su enseñanza inigualable, profecías cumplidas, fidelidad y pertinacia de los primeros propagadores del Cristianismo, etc. II. Digna de ser recibida de todos. — Puntualícese la necesidad que todos los hombres tienen de salvación y, por tanto, de hacer caso del llamamiento de Dios. (Resístase la inclinación que pueda sentir el predicador novato a explicar en este segundo punto el plan de salvación, pues esto ha de venir después. Hasta aquí no hay que hablar más que de la veracidad y necesidad del mensaje.) Pásese luego al tercer punto diciendo: ¿En qué consiste tan gloriosa noticia que todo hombre necesita conocer? III. Que Cristo Jesús vino al mundo. — Cristo significa "ungido", elegido de Dios para una misión especial. Jesús significa "Salvador". Háblese de las repetidas promesas que Dios hizo de enviar a un Ser de tal naturaleza a través de los tiempos desde que el primer hombre pecó. (Resista también aquí la tentación de explicar cómo Cristo nos salva, reservándose para el punto que sigue.) IV. Para salvar a los pecadores. — Su venida habría sido de poco provecho a la Humanidad si no hubiera llegado a realizar el objeto de ella, si se hubiera limitado a ser un Maestro y no llegara a efectuar la salvación por su muerte redentora. Ilústrese con alguna anécdota de alguien que se haya sacrificado por un prójimo. V. De los cuales yo soy el primero. — Esta confesión de parte de cada hombre es indispensable para poder recibir el beneficio inmenso de este glorioso mensaje de indulto. Diga a los oyentes, personalizando ya el asunto: "Quizá no seas el más grande pecador del mundo, pero eres el primero, por cuanto ninguno hay más cercano y que te interese tanto salvar como tu propia alma inmortal." Nótese el orden lógico de este texto, que empieza con un preámbulo acreditando la certeza de la fe cristiana y termina con una aplicación personal. ejemplo 2º. LOS PRIVILEGIOS DEL REBAÑO DE CRISTO Introducción. — Referirse a la adecuada figura del Pastor que con frecuencia ocurre en la Biblia. I. "Mis ovejas oyen mi voz". — Explíquese quiénes son tales ovejas. II. "Yo las conozcan". — El privilegio y la responsabilidad que implica la omnisciencia de Cristo. III. "Y me siguen". — Defínase lo que significa seguir a Cristo, imitarlo, obedecerle, etc. IV. "Yo les doy vida eterna". — Considérese la grandeza de esta promesa. V. "Y no perecerán para siempre". — Una seguridad preciosa de la que no debemos abusar. VI. "Ni nadie las arrebatará de mi mano". — Hágase observar la seguridad y consuelo que esta frase del Salvador ofrece en horas de tentación. No deben ser tratados en forma expositiva simple sino aquellos textos que contienen en sí mismos un orden lógico y progresivo, es decir, que van de lo general a lo particular y de lo menos importante a lo más apremiante. Obsérvese este mismo orden en Juan 3:16 y Lu­cas 19:10. 2.- Sistema textual: Puede añadirse fuerza a las ideas del texto si se concreta en una frase que las defina de un modo sugestivo, es decir, formulando una especie de tema para cada parte del texto. ejemplo 3º. LA PROMESA DEL LADRÓN ARREPENTIDO Lucas 23:43 I. Seguridad preciosa. — "De cierto, de cierto te digo". II. Invitación admirable. — "Estarás en el Paraíso". III. Compañía gratísima. — "Estarás conmigo". IV. Promesa sin dilación. — "Estarás hoy". En este método se da prominencia más bien al pensamiento que a las palabras del texto, y no hay tanto peligro de que se siga tan solamente un tratamiento verbal del mismo, es decir, una mera repetición de lo que el texto dice: porque estos epígrafes analíticos sugieren al predicador nuevas ideas. ejemplo 4º. UNA INVITACIÓN EVANGÉLICA Isaías 45:22. I. Un medio fácil. — "Mirad". II. Un objeto divino. — "A Mí". III. Una invitación amplia. — "Todos los términos de la tierra". Veamos otro bosquejo en forma analítica sobre uno de los temas expuestos anteriormente, con un poco de desarrollo por medio de subdivisiones: 3.- Sistema Expositivo: El sistema analítico se emplea con gran provecho en textos largos, o sea, porciones formadas por va­rios versículos, de los cuales se toma, no cada palabra o frase para exponerla a considerarla, sino las que convienen al plan general del sermón según el tema bajo el cual se comenta. Esta clase de sermones se llaman expositivos, y aunque trataremos de ellos ampliamente en otros capítulos, damos aquí estos ejemplos para mostrar cómo se aplica a ellos el método analítico la inversión de términos. No es posible la formulación homilética de sermones expositivos si no es por el método analítico, ya que se trata de pensamientos disemi­nados en un largo pasaje y no de un solo texto que se divide en partes. Por esta razón, sin las frases analíticas que relacionan sus partes con el tema, no tendrían sentido las frases escriturales que se escogen para comentar. ejemplo 8º. LA RELIGIÓN GENUINA Ezequiel 31:19-21 I.Su autor. — "Yo Jehová". II.El cambio que produce. — "Corazón y espíritu nuevos". III.La obediencia que demanda. — "Para que anden y guarden". IV.La bendición que da. — "Serán mi pueblo". ejemplo 9º. DIOS, EL TODO EN LA VIDA DEL CREYENTE Salmo 73:24-26 I.Su guía en la vida (vers. 24 a). II.Su sostén en la muerte (vers. 24 b). III.Su porción para siempre (vers. 26). Nótese cómo en el primer bosquejo todo el desarrollo giró alrededor de la palabra religión y en el segundo en la persona de Dios. Esta es la ventaja de tener un tema que une y da cohesión al sermón. En ambas porciones bíblicas hay muchas más palabras y frases interesantes que tientan al expositor a comentarlas, pero para que el discurso siga un plan deben tomarse solamente aquellas que tienen relación con el tema y desarrollarlas con la suficiente extensión para que el conjunto forme el sermón interesante y edificante que deseamos dar a nuestros oyentes. En el desarrollo del ejemplo 9 aparece dentro del texto bíblico el vers. 25, el cual puede ser citado, y hasta comentado, durante el desarrollo del vers. 26, explicando que a veces, con motivo de las tribulaciones con las cuales Dios prueba a sus hijos, el creyente es tentado a sentirse solo, abandonado de la Providencia y llevado a pronunciar con ironía y amargura la pregunta del versículo 25; pero, basado en la gloriosa esperanza del vers. 24, se cambia la amargura en confianza, hasta poder llegar a decir en un sentido ponderativo, no con signos interro­gantes sino de admiración, la pregunta "¡A quién tengo yo en los Cielos!" Este cambio del interrogante al admirativo puede estar basado en el poder y sabiduría de Dios que observamos en la Naturaleza, o en las promesas de la Biblia, y también en ambas cosas. Para ello podemos presentar a los oyentes ejemplos científicos o citas bíblicas. Pero en este comentario el vers. 25 debe entrar, no en el orden en que lo hallamos en la Biblia, sino como un desarrollo del vers. 26; o sea, después de haber explicado la primera parte del texto que dice: "Mi carne y mi corazón desfallecen", para terminar con el clímax optimista "Mi porción es Dios para siempre". Esto es: tanto en los días malos como en los días buenos. Si tratáramos de explicar el 25 antes del 26, re­sultaría una regresión de pensamiento el tener que decir: "Mi carne y mi corazón desfallecen", después de haber declarado: "Fuera de Ti nada deseo en la tierra." Pero el esqueleto del sermón, basado en su título "Dios, el todo en la vida del creyente", nos ayuda a rectificar el vaivén de contrastes propio de la poesía hebrea, para construir un mensaje escalonado, que empieza por la guía divina que comenzamos a recibir desde nuestra infancia, y termina en una preciosa seguridad para todo tiempo y circunstancia. Vamos a poner el ejemplo de un texto tratado en las tres formas que venimos explicando: SUBDIVISIONES DEL SERMÓN: Concretando lo dicho en los capítulos anteriores, podemos definir la gestación de un sermón en la siguiente forma: 1. El predicador recibe la inspiración del asunto sobre el cual ha de hablar como un mensaje especial de Dios para sus oyentes; como respuesta a sus continuas oraciones pidiendo a Dios la inspiración de mensajes apropiados a las necesidades espirituales de su público. 2. Encuentra el texto adecuado que define el mensaje. (A veces la inspiración del mensaje viene con el texto, sobre todo si el predicador es un asiduo lector de la Palabra de Dios.) En otros casos querrá predicar sobre una doctrina bíblica y usará, no uno, sino muchos textos en su apoyo, escogiendo como texto del sermón el que me­jor defina el mensaje o doctrina que desea exponer. 3. Concentrará el mensaje en una frase corta que se llama tema. 4. Lo definirá en varias proposiciones o divisiones principales, ya sea usando las palabras o frases más prominentes del texto (sermón textual ilativo), o siguiendo un plan lógico formulado en su mente acerca de los pensamientos que el texto le sugiere (sermón textual-tópico), o bien formará un plan que no tiene nada que ver con las palabras del texto sino con algún mensaje o doctrina bíblica, para el cual el texto le sirve solamente de introducción (sermón tópico). 5. Escribirá una introducción que despierte la atención y el deseo de los oyentes para escuchar el desarrollo del mensaje. Acerca de esta parte breve pero importantísima del sermón hablamos en un capítulo especial. Hasta aquí tiene formulado el plan o esqueleto del sermón. Aunque el esqueleto es el armazón o apoyo del cuerpo, no constituye el cuerpo en sí, necesita la carne y los órganos que lo completen. Así el sermón con sólo sus divisiones principales no conseguiría el objeto de salvación o edificación de los oyentes. Algunos de los mismos puntos principales no serían ni siquiera comprendidos por los oyentes si no fueran acompañados de una explicación. El estudiante habrá notado cómo algunos de los bosquejos que dimos en el capítulo I, que se refiere a las diversas formas de sermón textual, los acom­pañamos de subdivisiones para hacerlos más comprensivos, mientras otros más claros o simples los dejamos en esqueleto, sin dar de ellos más que las divisiones principales. El objeto de las subdivisiones es ampliar el sentido de las divisiones principales para que el pensamiento sea más claro y detallado. Por lo tanto, las subdivisiones deben ser únicamente el desarrollo de la división principal sin salirse de ella y, sobre todo, sin tratar de explicar lo que ha de exponerse más tarde en alguna otra división. Tomando el bosquejo que hemos tenido en el ca­pítulo I, página 20, podremos desarrollarlo en esta forma: ejemplo 1º Tema: LLAMAMIENTO EFICAZ Mateo 9:9 Introducción. — Explicar la historia de Mateo de un modo vivo y dramático. Haciendo énfasis en la prontitud con que Mateo siguió a Cristo. Puntualícese lo que dijimos en la introducción del anterior bosquejo: que una sola palabra bastó para cambiar la vida de este hombre, pero: I. ¿Quién es el que hace el llamamiento? 1. El Hijo de Dios venido como hombre a la tierra. 2. El amante Salvador que desea salvar a todos. 3. El Divino Maestro. 4. El que sabe lo que hay en el hombre. 5. El que tiene toda autoridad para invitar y aun mandar. II. ¿A quién dirige esta exhortación? 1.A un hombre avaro y entrometido en nego­cios mundanos. 2.A uno despreciado de todo el mundo por su carácter y conducta. 3.A uno a quien el dinero no había podido satisfacer. Aplicación: ¿No hay muchos así hoy día y entre los oyentes? III. ¿Qué significa seguir a Cristo? 1. Seguir su instrucción, sus enseñanzas. 2. Imitar sus prácticas: oración, asistencia al culto, caridad, etc. 3. Acompañarle en sus sentimientos y propó­sitos. 4. Dejar la compañía que no sigue a Jesús. 5. Dejar la ocupación que, por no corresponder con el carácter o métodos de Cristo, no puede ejercerse siguiendo a Jesús. Aplicación: A las posibles circunstancias de los oyentes (sin entrar en detalles que pu­dieran tener un carácter personal para alguno de los asistentes, lo que sería fatalmente erróneo y contraproducente. Dejemos al Espíritu Santo aplicar la Palabra). IV. Resultados de seguir a Cristo. 1. Cambio total de vida. No se avergonzó de seguir al Señor. 2. Procuró que otros tuviesen contacto con Cristo. 3. Generosidad. "Convidó a muchos". 4. Recibió uno de los más altos cargos que Cristo podía dar a los mortales, el ser apóstol. 5. Ha sido un medio de bendición por medio de su Evangelio no sólo a sus contemporáneos, sino a todas las generaciones de creyentes. Conclusión. — ¿No quieres seguir a Cristo hoy y servirle como Mateo para gozar de sus beneficios y ser bendición a muchos? Las subdivisiones de los dos primeros puntos prin­cipales tienen que ver con la historia de Mateo y no requieren aplicación especial a los oyentes; sin em­bargo, al desarrollar las subdivisiones del primero, el predicador debe pensar en las almas que necesitan un Salvador, al igual que lo necesitó Mateo, y debe hablar con entusiasmo y convicción, aunque lo hará solamente refiriéndose a Mateo, sin hacer invitacio­nes especiales a los oyentes, pues tales invitaciones sólo en casos excepcionales pueden hacerse en el primer punto del sermón. Sin embargo, debe contar la historia de Mateo, pensando en la impresión que hará en el ánimo de los oyentes inconversos lo que está describiendo como de paso, acerca del amor y deseo del Señor Jesucristo de salvar a los pecadores. Al terminar el desarrollo de las cuatro subdivisiones del punto segundo puede hacerse una aplica­ción personal, diciendo: ¿No te hallas satisfecho y feliz? Cristo te invita, etc. En el tercer punto casi olvidamos a Mateo, pero no nos apartamos del temía, porque, sin duda, Mateo haría todas estas cosas, sobre todo la 5.a, que está bien declarada en la narración evangélica. En las cinco subdivisiones del punto cuarto puede observarse una clara gradación que nos permite terminar hablando de la recompensa que Cristo otorga a los que le siguen. Las subdivisiones deben, pues: 1. Explicar lo que no sea bien claro en la división principal. 2. Demostrar y probar que lo afirmado en la división principal es la verdad. Algunas veces las subdivisiones son respuestas a las preguntas de las divisiones principales, cuando el método de preguntas ha sido usado al hacer el plan general del sermón.