Y LOS NUEVE... ¿DÓNDE ESTÁN? Lucas 17:12-19
Siempre hemos escuchado la historia de una mujer a quien se le perdió una de sus diez monedas. En otra historia (también de diez) Lucas nos habla acerca de los diez leprosos que le gritaron a Jesús; ellos estaban buscando misericordia y sanidad. Sin vacilar, y tal vez para poner a prueba su fe, Jesús les dijo que “se presentaran ante el sacerdote”, para cumplir así con la ley de Levítico 14:2. Es asombroso cómo estos diez leprosos, también sin vacilar, dieron media vuelta y comenzaron a caminar hacia donde estaba el sacerdote. “A medida se iban”, ¡ellos fueron sanados!
Imagínese a usted mismo luchando contra esta antigua clase de cáncer, viviendo condenado al ostracismo de la familia y de la comunidad y sufriendo por el dolor y la picazón que constantemente aflige a los leprosos. Ellos no podían conservar un trabajo, mucho menos abrazar a un ser amado o disfrutar de una comida decente por mucho tiempo. Ellos debieron haber dado gritos de alegría y de alabanza a Dios, mientras saltaban cuando se dirigían corriendo hacia la sinagoga.
Sin embargo, sólo uno de los diez “se acordó”, volvió y dio las gracias, y Jesús lo notó. Vamos a hacernos una pregunta: ¿Acaso nuestra alabanza y adoración llevan consigo el elemento de la “acción de gracias”? El Salmo 100 nos enseña que debemos entrar por sus puertas con acción de gracias y por sus atrios con alabanza. ¿Cuántas veces omitimos las puertas y procedemos directamente hacia los atrios? ¿Es posible que en el regocijo producido por las bendiciones, sanidad, unidad familiar, provisión, sanidad emocional y todos los otros buenos regalos de Dios, se nos haya olvidado el dar las gracias? Le desafío a que vuelva a leer los Salmos y cuente cuántas veces la palabra “gracias” esta entrelazada en estos hermosos cantos.
“Acción de Gracias” es más que un fin de semana de cuatro días o de una exquisita cena de pavo. Es más que “importantes” juegos de fútbol o del recibimiento de la familia. Este es un tiempo para restablecer un estilo de vida de gratitud hacia Dios, todos los días, por su amorosa bondad y tiernas misericordias.
Esta historia demuestra claramente que Jesús percibe a aquellos que muestran un corazón agradecido y a quienes no se les olvida “de dónde provienen todas las cosas buenas.”
¡Gracias Señor Jesús, por permitirnos conocer al “bendecidor” y por tus muchas bendiciones! ¡Muchas Gracias!
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