Bélgica trasplantes de órganos de pacientes sometidos a eutanasia
La realidad está ahora superando la imaginación y los escenarios más macabros e inquietantes no son fruto de la fantasía de los creadores de películas de terror, sino acontecimientos reales. Un estudio realizado por un equipo de médicos belgas determinó que los pacientes sometidos a eutanasia son ideales donantes de órganos, especialmente de los pulmones. Sobre la base de datos concretos, indican que tres pacientes de cuatro, a los que fueron trasplantados pulmones de donantes sometidos a eutanasia, han tenido un excelente y rápido curso post instalación.
Todos los pacientes a los que les fueron retirados órganos habían dado su consentimiento a la eutanasia sin estar en estado terminal: uno sufría un trastorno mental insoportable, los otros dos de una enfermedad debilitante benigna.
El día establecido fueron conducidos a la sala adyacente a la de los trasplantes y “terminados” con precauciones especiales (les fue administrado un medicamento anticoagulante antes del cóctel mortal de medicinas). Declarados muertos con base a criterios establecidos por la ley belga, fueron intubados y colocados sobre una mesa de operaciones lista, para ser saqueados de sus preciosos órganos.
De acuerdo con un informe elaborado por la Asociación Médica Canadiense el 20% de los enfermeros entrevistados participó en eutanasias y cerca de la mitad de ellos admitió haber participado en esas operaciones sin el consentimiento explícito del paciente.
Tomar órganos de pacientes que no han dado su consentimiento es sólo cuestión de tiempo, dice el Dr. Saunders, ya que ahora la mitad de los casos de eutanasia en Bélgica tienen lugar sin la voluntad expresa de los enfermos. (“The Daily Compass”, el 23 de junio de 2011).
La evolución del mal y el uso de nuevas herramientas de muerte no son casuales sino la consecuencia lógica de las normas jurídicas y conceptos filosóficos sobre el hombre y de su ser en el mundo, que son el resultado de una sociedad que niega la existencia de un Ser Superior y, en consecuencia, de un estatuto jurídico (el derecho natural) que precede a la misma fundación del Estado.
Por lo tanto, en ausencia de un orden universal reconocido, es natural pensar la vida y legislar de acuerdo a un falso orden basado en la inutilidad sustancial de la existencia humana, despojada de cualquier perspectiva sobrenatural.
Si el hombre está destinado a desaparecer en la nada de donde vino, todas las cartas se juegan en el limitado marco de tiempo de su vida terrenal. Así pues, el sufrimiento y enfermedades incapacitantes son una carga insoportable que es perfectamente inútil llevar adelante, aún porque constituyen obstáculos para que otros tengan la oportunidad de disfrutar de la vida. La ley del más fuerte, por lo tanto, se convierte en el único criterio de una humanidad deprimida y espiritualmente aniquilada.
El negocio de los trasplantes de órganos, ahora acríticamente aceptado por todos como el más alto nivel de altruismo y gratuita donación de sí del hombre moderno, se encaja perfectamente en la época en que vivimos: la muerte de un hombre que se auto-elimina o es eliminado adquiere significado y dignidad cuando es útil a otro.
La falta de sentido, de hecho, afecta a los seres humanos en todas las etapas de su existencia, de tal modo que incluso es considerado más terrible vivir sin ninguna perspectiva y sin dejar ningún rastro, que morir. No es de extrañar, por tanto, la facilidad con la que las personas dan su consentimiento para donar órganos vitales y no es de extrañar que la materia prima de los trasplantes provenga cada vez más de personas sometidas a la eutanasia.
Lamentablemente no es de extrañar el hecho de que cada vez más a menudo se recurrirá a la eutanasia sin el consentimiento del paciente o incluso contra ella. El camino del mal es un pozo sin fondo.
(Alfredo De Matteo, Corrispondenza Romana)
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