lunes, 16 de noviembre de 2015
LAGRIMAS DE PASTOR.
NUESTRO PAN DIARIO
lunes, 16 noviembre 2015
¿Por qué lloran los pastores y profetas de Israel en la Biblia? Es una pregunta que quise responderme a mí mismo. Todas las vías me llevaban siempre a otra pregunta, quizás, más relevante: ¿Por qué lloró Jesús?
Los pastores lloramos por muchas razones. Lloramos por las personas que aún no han encontrado descanso y esperanza para sus vidas, por esas personas que se sienten desesperadas, abandonadas y sin pastor. Esas lágrimas también las lloró Jesús (Mt. 9:36).
Las lágrimas de un pastor por el sufrimiento de la gente son lágrimas conocidas y deseables. Y todos nos sentimos compelidos a mostrar ese tipo de lágrimas, tal como lo hizo Job (Job 30:25). Pero los pastores lloran mucho, a escondidas y en silencio. Lo confieso abiertamente. Y no solo me pasa a mí, sé que miles de pastores derraman lágrimas silenciosas mientras continúan animando a otros incansablemente. Lloran como Jesús, por la ingratitud de la gente que hace daño al ministerio (Mateo 12:1-12), llora por esa gente que está dentro de su iglesia y que le hiere constantemente (Josué 7). Los pastores lloran de alegría cuando ven el resultado de la obra de Dios en la vida de las personas a través de su Palabra (Nehemías 8:1-10). Los pastores lloran por las críticas despiadadas, las divisiones de la iglesia, las luchas de poder, la falta de compromiso, la deslealtad, la falta de recursos y la soledad.
-Enséñale a tu iglesia que los pastores se sienten solos, muy solos. Enséñales que los pastores se sienten abandonados y se deprimen. Enséñale a tu iglesia que los pastores siguen a Jesús, pero no son Cristo.
Puede que algunos vayan a creer que soy un mal pastor, que no tengo fe. Ya me ha costado mucho que algunos crean en mí, si me muestro débil, lo perderé todo.
Deja que en tu debilidad yo pueda crecer y me gloríe (2 Cor. 12:9). Muestra tu corazón tal como es , los pastores también se asustan, tienen miedo, se esconden y quieren salir huyendo. somos seres humanos. Enséñales que los pastores también vuelven a ver a su alrededor y se preguntan lo mismo que ellos: ¿Quién podrá ayudarme?
Una y otra vez, él se ha encargado de mostrar el resto. Su amor, su fidelidad, su gracia, su poder. Me ha hecho entender que llorar abiertamente realmente nos hace bien (Eclesiastés 7:3) y que las lágrimas sinceras son semillas que germinan en primaveras de alegría (Salmo 126:6). He aprendido que somos dichosos los que lloramos (también en público) porque recibimos consuelo (Mateo 5:4).
Cuando llora el pastor suceden muchas cosas buenas. En su vida, en su familia y en su iglesia.
Quiero terminar esta sincera nota de confesión, con un pasaje que me llena de esperanza. Si has trabajado en el ministerio y lloras en lo oculto, si has servido en la iglesia y estás solo y herido, en Isaías 38:5 podemos encontrar una verdad que nos puede sanar: Dios ha escuchado tu oración y ha visto tus lágrimas. ¡Animo!
pastor SAMUEL RICARDO siervo de Jesucristo.-
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